La identidad se paga. La tradición se paga.
Eso paga el Estado francés cuando subsidia
una actividad agrícola cuya mano de obra
en jornadas ya no más medidas por el alba
y el ocaso sobre unos terrenos roturados
desde al menos unos siete milenios atrás
rauda se reduce al igual que el porciento
de su participación real en el PBI. Un tiempo
paga. Un tiempo ancestral que solo existe
financiado por millones y más millones.
No paga la leche de una cabra alpina. No
paga las cenizas de carbón con que cubrir
la cuajada. No paga la habitación húmeda
y ventilada donde se lo dejará madurar.
Paga la persistencia de una idea, el paisaje
adecuado a esa idea. El orgullo nacional
paga, paga una frase de Brillat-Savarin.
(Se aconseja acompañarlo con un Shiraz.)
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