Levemente la marea estrellaba contra el pálido umbral crucificado sobre las jambas de la humanidad.
Unidas en urdimbre, las monjas ursulinas garrapiñadas, pastoreaban sobre la playa fresca esperando la virgen del rescate.
Insólita estas sacristanes miraban la gloriosa nubes que engalanan la aparición del señor pescador, triunfador sobre el Leviatan del mar.
Sofocado con engaño Jonas asentó, con ojos postrado, cabeza inclinada y un gesto neófito hacia las ninfas litúrgicas yaciendo la costa invernal.
Guardianes de Dios no bajen la vigilia! Exclamo la voz diletante. Con manos unidas al bosque ondulen, a buscar un tintineo resplandor de la infancia.
Arriba las manos hacia las matas de coco adonde la mesura monda y lironda espera, doce piedras Josué sembró a las costillas del Jordán de azahar fluente.
Recibe bendiciones de infinita gloria destinadas a manos agriadas, mas que con tiempo las palomas dodoneas,
regresan a la proa de Noé.
Clamando oraciones con gestación espiritual a raíz del orgullo humano,
La concordia se rige ante la legión, que a diario recoge plumaje de letra doctoral.
Indulto la palabra y vértigo su honor donde sabiduría reina en manantial de seguidores cuyas hojas abarcan escritos sobre los lienzos de Daniel.
Amor y mas amor es la receta que con un beso y una flor tribunal nace hacía las venas de ese cerro que conocemos como Jerusalem.
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