Si bien hay que descontar problemas estructurales
capaces de partir el casco en dos amorosas mitades
de las que fluyen límpidamente diesel y fuel-oil
en las aguas un poco menos límpidas de donde sea
sin olvidar tampoco que el cereal suele asentarse
en cada una de las bodegas iniciada la travesía
y dispensado de sujeción puede de un lado al otro
desplazarse hasta poner término a la estabilidad
problemas por los cuales los ingenieros ya analizan
la combinación entre corrosión, fatiga del acero
de alta resistencia e inclusive la de una tripulación
turbada entre diez lenguas y de resistencia menor
no hay duda que constituyen un nuevo adelanto
en el dominio de la potencia del orbe natural:
más allá de la medallita en el pecho del engrasador,
estos son océanos menos mistéricos e insondables.
El alargamiento creciente de la eslora evidencia
el aumento de la carga y del comercio mundial,
trayectos por las rutas del planeta ya no más
pautados por señales radiales de baja frecuencia:
son desplazamientos enérgicos de oferta y demanda
imposibles de ser registrados con el mareógrafo
los que organizarán en minutos el próximo trayecto
ignorado hasta el momento por el supuesto capitán
quien se dedica por lo pronto a controlar la carga
abiertas las escotillas a lo largo de la única cubierta
y el tubo telescópico y final por el que descienden
toneladas contadas por hora de trigo, soja o maíz.
Con la precaución de no inhalar polvillo en exceso
es ahí donde hay que aproximarse para verificar
fija la atención en el chorro continuo del granel
la motivación básica del diseño: la concentración.
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