Las ninfas celestiales auguran su capacidad para pensar con claridad con gran concentración,
su gracia se inquieta como la calma turba en el discurso,
un angelus recita en silencio,
la reina de copas intimida los pensamientos,
y finalmente mis sentimientos lúdicos se esconden en una concha de vieira rodeada de plácida agua.
Las olas viridianas rompen a los pies de Ambriels,
No deja huella a su paso
el espíritu de Géminis anhela la aventura,
como la novia de Arcadia seduce a su novio.
Zadkiel asciende desde Júpiter,
sosteniendo un cetro violeta de amor,
misericordiosa y compasiva la aurora boreal lo custodia,
con generosas chispas de estima que emanan de estas estrellas fugaces.
Así que ahora me pregunto.
¿Dónde me paro?
¿Son las turbias aguas de la justicia propia torbellinos de bienaventuranza eterna?
¿Los pensamientos que pronuncio veneran la benignidad?
Y mientras me siento en un trono de barro,
reunidos de cicuta y paja,
Los prismas miopes brillan con flexibilidad,
para abrir el corazón que descansa al borde del mar.
Porque somos bufones de nuestras propias convulsiones,
payasos de nuestro propio destino,
heraldos de la sublimidad,
jinetes de una ráfaga trémula.
Así que por favor no te quedes boquiabierto con mi
agonía,
porque es de corta duración,
Porque el motín del céfiro se ha congelado,
Y mi médula fluye a la orilla del mar.
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